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29

MAR

La historia y la magia del abanico

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Un abanico es un instrumento y un complemento de moda ideado para que con un juego de muñeca rítmico se pueda mover fácilmente y facilitar la refrigeración del ambiente. Se considera originario de Oriente y su fabricación es delicada, especial cuando se fabrica con diseños artísticos y materiales de calidad. En China la tradición del abanico es milenaria, de hecho, se remonta a tiempos del emperador Hsien Yuan, alrededor del año 2697 a.C. No obstante, los abanicos también fueron utilizados por egipcios, babilónicos, persas, griegos y romanos. Los abanicos egipcios eran de gran tamaño, fijos, de forma semicircular, de plumas y de largos mangos. Su función era doble: servían para dar aire, y para espantar los insectos. Con el paso del tiempo los abanicos se fueron convirtiendo en un objeto ornamental indicativo de poder. Por su parte, los romanos lo denominaban flabelo, y los utilizados específicamente para espantar las moscas se llamaban muscaria


 

En Occidente, durante la Edad Media, el abanico pasó a formar parte de la liturgia cristiana, empleándose para la consagración para proteger la Eucaristía de los insectos y refrescar al celebrante. Después del siglo XIV cayó en desuso en la iglesia romana, pero se conservó en las griegas y armenias donde recibe el nombre de rhipidion. El abanico también era conocido por incas y aztecas, pues entre los presentes de Moctezuma a Hernán Cortés figuraban seis abanicos de plumas. Y hoy en día se siguen fabricando en distintos lugares, como es el caso de España, donde el abanico se ha convertido en un elemento característico de nuestra cultura y, entre otras cosas, del baile flamenco.

 

Morfología y tipos de abanicos

Los abanicos se dividen en dos partes, el cuerpo o país que sirve para mover el aire (compuesto por el varillaje y la tela), y el mango que permite manejar el instrumento con faciildad.

 

  • Abanicos fijos

 

Son modelos planos y generalmente sujetos por un mango de dimensiones variables. Algunos son simétricos y tienen una lámina redonda fijada a un extremo. Otros tienen una lámina rectangular de cartón, fijada por uno de los lados a una varilla que le hace de mango. Se fabrican con diversos tipos de materiales, como cartón, hojas de palmera, tela o plumas.

 

  • Abanicos plegables

 

Semirciculares: construidos con una serie de varillas planas iguales, de madera, marfil o material sintético, sujetas en su base con un clavito. Las varillas se encuentran unidas en el otro extreno por una banda ancha de tela o papel normalmente decorada. Se despliega en forma semicircular. Estos abanicos están formados por:

  • Baraja: esqueleto plegable del abanico

  • País: tela que va adherida a la baraja. Los abanicos que no tienen país se denominan de baraja.

  • Varillas: tiras de madera que pueden ir caladas o pintadas. Se distinguen dos tramos: a la parte calada o decorada se le llama fuente, y guía a la parte exterior de la varilla que cubre la tela.

  • Cabera, pala o varilla maestras: primera y última varilla, más gruesas que el resto. En los modelos de lujo llegan a constituir auténticas obras de arte de micro-escultura, orfebrería o grabado. Con frecuencia, estos modelos exclusivos llevan en la cabeza las iniciales de la propietaria.

  • Calado: agujeros realizados sobre las varillas que sirven tanto para decorarlo como para aumentar su aerodinámica.

La fabricación de un abanico

 

La fabricación de un abanico requiere la colaboración de varias categorías artísticas: un pintor para decorar o ilustrar el país; un escultor (marfil, hueso, concha, nácar) o grabador (maderas) para taladrar el varillaje; y en los modelos más lujosos, un orfebre (metales). Junto a ellos trabajan artesanos encargados del corte preciso de las varillas, el plegado y el pegado de las telas o vitelas. La independencia de estos procesos de elaboración permite que sean realizados en distintos talleres especializados. El orden de fabricación suele ser el siguiente:

 

  • Corte de las vajillas, en paquetes y con una plantilla.

  • Pulido, lijado y afilado de las varillas (uno de los procesos más delicados consiste en afinar la guía de la varilla en la zona enteleda, para que no abulte).

  • Calado de las varillas con punzones, repujado y tallado. Llegando a objetos de singular preciosismo y suntuosidad.

  • Si escultores, grabadores y orfebres se lucen en el varillaje, otro tanto hacen los pintores, en el dibujo, policromía y dorado del país del abanico.

  • El proceso de fabricación se acerca a su final cuando, agrupadas en paquetes de trece, dieciséis o veinticuatro, y cerradas a los lados por las dos palas, se taladra el conjunto en su parte inferior haciendo pasar un clavo por el orificio y remachándolo con dos rosetas.

  • A este esqueleto se le monta el país, sea de papel, tela, vitela o encaje. Estos materiales pueden cubrir por ambos lados las varillas o, como en el caso de los abanicos de encaje, sólo una de ellas.

  • En el caso de los modelos sin país, cuyas varillas se sujetan unas otras mediante una cinta plegada en zigzag, reciben el nombre de abanico de baraja. En este tipo han tenido gran tradición los de marfil de maestros como el francés Martain o los modelos orientales calados en plata.

     

    La mecanización de los obradores ha facilitado la producción, antes delicadísima, de los abanicos de marfil, no así los ejemplares fabricados en nácar, cuyo calado ha de ser realizado totalmente de modo manual, pues no admite proceso de fabricación mecánica.

 

  • Estilos

    Se tiene constancia de que antes de que apareciera el abanico pleglable ya se elaboraban ejemplares hechos de encaje y plumas. Y en cuanto al tipo pleglable tradicional ha sufrido una evolución a lo largo del tiempo y han habido diversos estilos. En los siglos XVI y XVII el abanico, de madera o marfil, con país de tela o cabritilla bordada, solía ser de vuelo corto. En el siglo XVIII dejó de ser un complemento exclusivo de las clases altas y se popularizó el abanico de madera de vuelo corto y país reducido. En la primera mitad del siglo XIX se ponen de moda los pequeños ejemplares de la época Imperio, que con el Romanticismo se estilarán de mayores dimensiones y con filigrana de calado, dorado y decoración, procedentes del pericón. En ambas épocas se impone la novedad del papel impreso con grabado. De manera paralela, a finales de aquel siglo se hizo frecuente el uso de gasa pintada y encaje en la fabricación de grandes ejemplares.

     

 

 

Abanicos en España

Los primeros maestros abaniqueros conocidos en España son del siglo XVII: Juan Sánchez Cabezas, Juan García de la Rosa, Francisco Álvarez de Borja o Jerónimo García. Con ellos trabajaron pintores como Duarte de Pinto y Juan Cano de Arévalo. Los defectos técnicos de los abanicos españoles hicieron que su producción fuera superada a finales del XVII por los fabricantes franceses e italianos. La perdida de supremacía no se reestableció hasta el último cuarto del siglo XVIII, cuando el gobierno de Carlos II decidió subvencionar esa industria, traer de Italia un buen maestro en el oficio y limitar la entrada en España de abanicos extranjeros. Bajo la protección del conde de Floridablanca, se instaló en España Eugenio Prost, artesano francés que, ayudado por su esposa, puso la calidad española a la altura del resto. Casi a finales del siglo XVIII se oficializó el gremio de los abaniqueros con la fundación de la Real Fábrica de Abanicos de Valencia. Con el paso de los años y poco a poco, el abanico se fue haciendo un sitio en nuestra cultura. Utilizado inicialmente en los días más calurosos del año para refrescar el ambiente, el abanico se fue abriendo hueco en nuestras tradiciones, entre ellas, la del flamenco. Un área, ésta, en la que se ha convertido en un elemento casi esencial, donde destaca como complemento de los elaborados trajes de flamenca, y en el caso del baile ofrece una vistosidad que atrae mucho a quien observa el espectáculo. En definitiva, el abanico se ha convertido en parte de la esencia de nuestro país. 

 

 

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