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Jose Cepero

Jose Cepero

Cantaor de repertorio amplísimo.

José López Cepero. Jerez de la Frontera (Cádiz), 1888 - Madrid, 1960. Cantaor de repertorio amplísimo. En soleares y seguiriyas alcanzó también un buen nivel artísitico. Dotó a sus cantes de una personalidad propia.
Tío abuelo de Paco Cepero. Se inició siendo todavía un niño en su comarca natal, pasando muy joven a los cafés cantantes sevillanos, donde se desarrolló la primera etapa de su trayectoria artística. En 1918, según sus propias declaraciones a Juan de la Plata, encabezó un espectáculo flamenco. 'I'omó parte, en 1919, al decir de José Blas Vega, en su libro Los cafés cantantes de Sevilla, en el homenaje a El Portugués, en el Salón Variedades sevillano, junto a El Cojo de Málaga, Fernando El Herrero, El Colorao, Manuel Vallejo, La Pompi, La Sorda, El Gloria, Antonio Moreno, Currito el de La Geroma, Niño Ricardo, Frasquillo y otros destacados intérpretes de la época.

Se traslada a Madrid, apadrinado por el torero Valencia II, y en 1924 actúa en el teatro Barbieri y participa en un concurso celebrado en el Teatro Novedades, al lado de Bernardo el de Los Lobitos y El Mochuelo. Acompañado del guitarrista Antonio Molina, en 1925, canta en el Teatro Novedades de Madrid, y este mismo año figuró en el homenaje tributado a La Coquinera, que tuvo lugar en el Teatro Olimpia madrileño. El Pelikan Kursaal y el Teatro Pavón son dos de los escenarios madrileños en los que actúa en 1926, y al año siguiente, con Bernardo el de Los Lobitos, en el Teatro Chueca. En 1928, tras cantar en diversos locales de Madrid: Monumental Cinema, Cine Pardiñas y Teatro Pavón, con motivo de un homenaje a Manuel Escacena, realiza, con don Antonio Chacón, una gira por la geografía española organizada por el empresario Vedrines, con el hito de su éxito en el Teatro de la Zarzuela, donde se le concede La Copa Chacón. Entre sus actuaciones de 1929, cabe destacar su intervención en las obras Amapola y La copla andaluza, en los teatros Fuencarral y Pavón, respectivamente, su actuación en el Monumental Cinema y un recorrido por distintas provincias. Desde 1930 hasta 1936, se suceden sus giras por España, al lado de importantes figuras, entre ellas La Niña de los Peines; sobresaliendo también, una actuación en el Circo Price de Madrid, en 1934, con El Pena hijo y Mazaco.

Terminada la guerra civil, frecuenta los colmaos madrileños y participa en los nuevos espectáculos flamencos, entre los que cabe significar Pasan las coplas, con Pepe Marchena, en 1947. En 1948, con El Culata y Jacinto Almadén, canta en el Teatro Fuencarral de Madrid, y forma parte del elenco Fantasía andaluza. El sentir de la copla, es el título del espectáculo al que se integra en 1950, en unión de Manuel Vallejo. Su última salida con una compañía en gira la llevó a cabo en 1955. Su repertorio, sumamente amplio, dio lugar a una extensa discografía, acompañado por las guitarras de Luis Yance, Manolo de Badajoz, Miguel Borrull, Ramón Montoya, Niño Ricardo y Luis Maravilla. Famoso por sus fandangos personales, igualmente interpretó otros estilos con originalidad, entre ellos la granaína. Por su cualidad de compositor de letras, le llamaron el poeta del cante. Destacó también en las soleares y las siguiriyas, siguiendo los matices de su tierra natal en estos cantes, sobre todo a la manera de El Marruro, y en las Bulerías. Anselmo González Climent, ha comentado así su personalidad y actitud artística: «José Cepero fue un cantaor que rondó lo que había de jerarquía y maestrazgo en la llamada por él época de oro del cante. Su largo testimonio del flamenquismo, su no despreciable contribución a algunas de las nuevas exigencias estilísticas (particularmente el fandango), y también, por qué no decirlo, expectabilidad humana, casi le permitieron el rango de maestro... Condicionado por un pasado al que no supo progresar, y vacilante frente a una nueva época de experiencias y riesgos, Cepero se movió dentro de los límites de un sobrio eclecticismo... Por lo mismo, cantaor sin influencia, Cepero no pudo acaudillar discípulos, por ser un curioso ejemplar de artista abstracto. Profundo, pero sin raíces individuales, cumplió decididamente su vocación de neoclásico. Su estilo objetivo, privado del juego de un yo claro, no suscitó antagonías ni excesivas admiraciones. Cernido en gris neutralidad flamenca, Cepero fue un respetable solitario». En contraposición, en cierto sentido, con la visión antes expuesta, Manuel Ríos Ruiz, ha escrito lo siguiente de José Cepero: «El caso de José Cepero, es un ejemplo claro de artista de transición. Situado entre dos épocas y concepciones distintas del cante de espectáculo, la del café cantante y la de la llamada ópera flamenca - casi siempre expresada en espacios abiertos, que es muy importante la condición del recinto donde se canta, además de la clase de público a quien se dirige el cante-, y sin olvidar que también cantó en los cuartos, José Cepero mantuvo, una postura verdaderamente meritoria, porque creo que intentó siempre defender lo más genuino de cuanto había heredado, mirándose en dos espejos distintos pero complementarios: Chacón y El Torre, y teniendo que alternar con una pléyade de revolucionarios enormemente aplaudidos, principalmente Pepe Marchena y sus seguidores. Si hizo alguna concesión a la galería fue mínima, si la comparamos con las de otros de sus coetáneos. Se le ha criticado falta de individualismo. Y no es del todo justo hacerlo.

Aparte de su aportación coplera, que fue excelente -las coplas de Cepero tienen belleza y personalidad, salvan siempre lo malo que tenga el tópico-, su engrandecimiento del fandango, ese aire hermosamente campero que supo prestarle, ya es de por sí un valor personal a tener en cuenta. Pero no quedó ahí todo, en sus soleares hay un regusto muy artístico que los nuevos intérpretes están descubriendo al cabo de los años, como igualmente se están enamorando de su granaína-malagueña, indiscutiblemente singular. 0 sea que los discípulos están apareciendo, tardíos pero ciertos. Por todo ello, el papel de José Cepero en el contexto general de la evolución del cante, en definitiva, en su historia, es más interesante de lo que a simple vista parece». Adolfo Real 'I'orregrosa, ha dejado escrito el siguiente testimonio sobre Cepero: «Cuando llegué a Sevilla, en 1917, el cantaor de moda era mi paisano José Cepero... Se notaba enseguida que era el artista más cotizado en todas las juergas, el que más cobraba. Lo llamaban todos los aficionados de categoría, ganando el dinero como muy pocos... Cepero dominaba todos los cantes, antiguos y modernos... Fue uno de los cantaores que mejor vocalizó el cante». Felipe Sassone, opinaba así sobre Cepero, en 1.930: «El jerezano José Cepero le ha dado una originalidad nueva al fandanguillo, que no es, en suma, otra cosa que el metiíllo que Juan Breva ponía como remate de la malagueña. Ha retardado su ritmo sin perderlo, y le pone dentro todo el amor atormentado de la soleá y la unción mística y la solemnidad del canto llano de la siguiriya, e inventa sus coplas, poeta del cante, nieto de los antiguos versolaris y abuelo mozo, sin saberlo, de los payadores argentinos». Juan de la Plata, ha glosado con las siguientes palabras su personalidad artística: «José Cepero, aristocracia, fino señorío, era el decano de los cantaores flamencos en activo. Su cante era viejo y puro... Conocía toda la extensa y maravillosa gama de cantes, Desde el más grande, la siguiriya, al más chico de las fiestas. Y más que cantar hablaba Por tarantas, por soleares, por granaínas... Con sentimiento, con emocionada melodía, con voz grave y solemne de viejo sin par cantaor de Jerez».

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