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Fernanda de Utrera

Fernanda de Utrera

Muchos la consideran junto a Mercé la Serneta la mejor solearera de todos los tiempos.
FERNANDA DE UTRERA. Nombre artístico de Fernanda Jiménez Peña. Utrera (Sevilla), 1923. Cantaora. Nieta de El Pinini y hermana de Bernarda de Utrera. Desde muy joven destacó en fiestas y reuniones íntimas, actuando esporádicamente en algunos festejos cara al público, hasta que en 1955 actúa, junto a su hermana, como habitualmente lo ha seguido haciendo, en los festivales de Sevilla. En 1957, es contratada para actuar en el elenco del Tablao Zambra de Madrid, de donde pasa a El Corral de la Morería.

Obtuvo el premio de soleares y bulerías en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, en 1957. Inauguró el tablao madrileño de Las Brujas, en 1962, permaneciendo en él durante dos años consecutivos. Viaja a Nueva York, para cantar en el Pabellón Español de la Feria Mundial. Seguidamente recorre Europa y otros países de África, con el espectáculo de Manuela Vargas. De nuevo con el cuadro del Tablao Zambra, participa en actos de intercambio cultural, actuando en Túnez. Durante 1967 forma parte del Tablao Villa Rosa, volviendo a Zambra al año siguiente, alternando sus actuaciones en los festivales andaluces, de los que actualmente es una primera figura.

Entre sus últimas actuaciones destacan las ofrecidas en la Cumbre Flamenca de Madrid y su intervención en el Teatro Español, en el homenaje a Federico García Lorca. Otros galardones de Fernanda de Utrera son los siguientes: Premio del Concurso de Mairena del Alcor, en 1966, y Premio Nacional de Cante de la Cátedra de Flamencología, en 1967, compartido con su hermana, con quien también compartió un homenaje en su tierra natal, en 1968, donde le fue dedicado el festival XII Potaje Gitano, con la intervención de los artistas locales y grandes figuras del arte flamenco. En 1986, obtuvo un gran éxito en Nueva York, formando parte del espectáculo Flamenco puro, junto a El Farruco, El Chocolate, Manuela Carrasco, Juan y Pepe Habichuela, Adela La Chaqueta y otros destacados intérpretes, siendo felicitada por la reina de España, que asistió a una de las representaciones.

El arte cantaor de Fernanda de Utrera ha sido glosado y analizado por los más significativos críticos y flamencólogos, escritos de los que seleccionamos los siguientes: Manuel Ríos Ruiz: «Sencillamente es estremecedor el grito desgarrado de Fernanda, como jería en las salías por una trifulca interior que se desmanda y sangorotina a la sangre. Y es un asombro, una sensación que no se puede explicar con palabras, que no cabe en el papé... Sí, en el cante de Fernanda se hallan arremolinados y debatiéndose toda la gama de los legítimos sonidos negros -tal los llamaba Manuel Torre-, desde los tangos a las cabales. Y, ¿milagrosamente?, tal si las reglas tomaran auténtico y a la vez nuevo molde en su voz, los estilos de antaño se tornan personales e inconfundibles, sin dejar en ningún instante, melisma o tercio, de ser el cante de los gitanos bisabuelos, porque recrudecen su desolación y soliviantan su garbo, arrancan el escalofrío por lo atávico, conmueven el súbito ole pecho arriba». Miguel Acal: «Fernanda de Utrera es algo más que una buena cantaora. Fernanda es el epicentro de la pasión gitana hecha cante. Es un monumento al duende, un bastión inexpugnable de lo categórico, de lo radical en el cante. Con ella y en ella se explican y contienen todas las musas que inspiraron tanto flamenquismo barato a poetas de segunda mano y que lograron -esta es su verdad y su misterio- tantas emociones sinceras, tanta angustia maravillosa en aficionados de categoría», Ricardo Molina: «Acaso sólo la poesía puede expresar algo del cante de Fernanda. Las soleares de Fernanda se resisten al análisis. Son magia pura y abismática. Algo parecido debieron ser las siguiriyas de Manuel Torre, que nunca tuve la dicha de oír en persona. En soleares no se puede llegar más allá de donde llega Fernanda, porque más allá está el reino de lo inefable y lo místico, de lo que no puede decir humana voz ni humana música». Manuel Barrios: «Soleares de Fernanda; roncas, crispadas, desde la raíz, las manos apretadas o estremecidas, como en el flamenquísimo dibujo moreno que le hizo el pintor Capuletti». Anselmo González Climent: «La cantaora de Utrera exige imposibles a su voz bronca y regateada, extrema su concentración psíquica, escarba violentamente la fuerza humana de sus gritos y alcanza límites crueles, casi bárbaros. Se convulsiona físicamente, estrella brazos al vacío, cierra los ojos, reclama duendes, busca compromisos elementales que le permitan descender y ascender sobre sí misma hasta arañar el jipío valioso».

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